TALLER DE TAROT | Módulo 3 (Parte I)
- Amada Aurea
- 17 ago 2020
- 12 Min. de lectura

En este módulo describiremos los arcanos desde el X hasta el XXI.
Atrás dejamos los arcanos de energías internas, de energías personales. Ahora damos paso a los arcanos relacionados a las fuerzas astrales, a las energías externas, a las energías universales.
Parte I
X LA RUEDA DE LA FORTUNA

El Arcano X del Tarot, nos muestra como protagonista no uno o más personajes, como los arcanos anteriores, sino un objeto, una rueda con una manivela en la que penden tres personajes cuyo papel es secundario con respecto a la imagen de movimiento que este objeto nos sugiere. Como el número al que se asocia, el 10, cada giro de la rueda representa el fin de un ciclo y el comienzo del siguiente, cambiando consecuentemente la posición de los personajes a ella sujetos. Este cambio de “fortuna” puede suceder antes o después, pero siempre acaba aconteciendo.
La impermanencia del mundo que nos rodea nos lleva al concepto oriental del Samsara, como ciclo de nacimiento, vida, muerte y nueva encarnación. En la Cábala también existe un concepto cíclico de reencarnación: el Gilgul Neshamot, que significa literalmente, "rueda del alma". La asociación ciclo-rueda es universal, y el poder evocador de este símbolo se ha utilizado incluso en la bandera de India, en cuyo centro ondea la rueda del Samsara. Pero si observamos una rueda con detenimiento vemos que hay algo que no cambia: el centro de la rueda. Todo gira alrededor de este núcleo, que también ocupa en el centro exacto del naipe. El simbolismo del centro, como eje inmutable alrededor del cual se organiza el espacio, es un poderoso arquetipo cultural. Su importancia es clave, cualitativamente mayor que la de los otros 6 ejes espaciales (4 puntos cardinales, cénit y nadir).
En otras tradiciones se mantiene el mismo simbolismo del eje central como motor inmóvil.
“El sabio perfecto es el que ha alcanzado el punto central de la rueda y permanece unido al medio invariable en unión indisoluble, participando de su inmutabilidad e imitando su actividad no actuante”
Texto taoista
Muchos buscamos ese centro, que se encuentra sin duda en nuestro interior y que es nuestra esencia genuina. A lo largo de nuestra vida el escenario se ha modificado multitud de veces, y nuestra propia persona ha cambiado, ha cambiado nuestro rol, han cambiado nuestras creencias, y sin duda nuestro propio cuerpo. Y con la perspectiva que dan los años nos preguntamos ¿Qué es lo que no ha cambiado en absoluto, lo que permanece inalterable desde nuestra niñez, lo que fuimos, somos y seremos…?
La Rueda de la Fortuna es el arcano que representa el futuro, en tanto en cuanto la rueda gira hacia delante. El otro arcano que muestra ruedas es El Carro. La relación entre movimiento y tiempo es notoria en ambos. El continuo espacio-tiempo conforma la estructura de nuestra realidad: el espacio como contenedor de la expansión del universo, como escenario de la manifestación fenoménica, y el tiempo como medida del periodo requerido para moverse de un punto a otro del espacio.
El movimiento alude también a los viajes. Viajar a un lugar desconocido representa un cambio externo que puede ser de tal magnitud que resulte un viaje iniciático. Cualquier peregrinaje se realiza no para alcanzar una meta, por santa que se considere, sino para promover un cambio interior en el proceso. Una ruta iniciática es una semblanza del viaje del alma a través de las múltiples encarnaciones.
Finalmente, el número 10 representa un ciclo ya completo: Las diez sefirot del Árbol de la Vida, los 10 mandamientos que Yahvé dio a Moisés y, sobre todo, los diez dedos de las manos con las que el hombre puede actuar en el Mundo de la Acción.

XI LA FUERZA

El Arcano XI del Tarot, nos muestra una mujer sujetando con ambas manos la boca abierta de un león, y lo hace sin aparente esfuerzo, ya que no muestra tensión alguna. Esto nos sugiere el dominio de la inteligencia sobre la fuerza bruta, de la mente sobre el instinto. El sombrero con forma de 8 o de infinito es receptivo a las fuerzas superiores, lo que subraya el dibujo interior que asemeja el plumaje de un águila, señalando las alturas de las que proviene la inspiración del arcano. Hay un número que se repite en diversos detalles del naipe: las seis puntas del sombrero, los seis dientes del león y los seis dedos de su pie izquierdo. Según la cábala, el seis nos remite a la sexta sefirá: Tiferet, a la que llega este sendero desde la sefirá de Gevurah. El Centro Crístico armoniza la fuerte restricción que Gevurah impone para dominar las fuerzas instintivas que, y es muy importante, no son eliminadas sino sujetadas, y, por la expresión dócil del león, convertidas en “mascota”, es decir; puestas a disposición del arcano. La uña del dedo gordo del pie de la mujer, pintada de rojo, subraya la gran energía que se necesita para esta labor, energía que sale de la esfera roja: Gevurah. La metáfora más adecuada a este arcano es la de la Consciencia dominando las fuerzas inconscientes.
“No por fuerza, ni por poder, sino por mi espíritu”.
Profeta Zacarías
El número 11 tiene un doble significado. Por un lado está fuera de la decena que constituye la manifestación divina: “Diez sefirot de la Nada, diez y no nueve, diez y no once” dice el Sefer Yetzirah. Curiosamente también es la suma de los valores del nombre oculto de Dios וה, (5 + 6), lo que le otorga un carácter sagrado. En la simbología cristiana es un número maldito (los apóstoles quedaron reducidos a once tras la traición de Judas). Al estar formado por dos cifras iguales es un número maestro, con el 22, 33, 44… El 11 encierra la dualidad, suma 2 y, al estar compuesto por dos 1 sugiere dos individualidades que pueden estar más o menos enfrentadas.
La Fuerza nos habla de una persona que sabe ponerse límites, que no es otra cosa más que el autodominio, y que también sabe poner límites a los demás. Hay una gran cantidad de energía disponible y una gran vitalidad. En el aspecto más elevado apunta al guerrero espiritual, al héroe que lucha con valor por el triunfo de la verdad. Este arcano tiene un marcado aspecto personal, en tanto en cuanto el primer enemigo a dominar somos nosotros mismos, pero es ante todo social, ya que el fin del guerrero espiritual es ayudar a la humanidad en su evolución.

XII EL COLGADO

El Arcano XII del Tarot, El Colgado, nos muestra a un hombre colgado boca abajo por su pié izquierdo y con las manos ocultas tras la espalda, quizá atadas o tal vez simplemente cruzadas, subrayando la impresión de incapacidad de acción de cualquier tipo. A pesar de ello el hombre parece cómodo en esta postura invertida. Su expresión es serena, casi sonriente, lo que nos hace pensar que ha aceptado voluntariamente, e incluso de buen grado, esta posición inusual, colgado de un tronco que se sostiene sobre otros dos troncos laterales, cuyas ramas cortadas son precisamente 12. La metáfora es clara: el contacto entre ambos mundos sólo puede establecerse invirtiendo nuestra posición habitual, lo cual requiere un sacrificio de la voluntad de hacer, de moverse en el mundo exterior. La quietud es tal que solo el corazón se mueve.
El número 12, que corresponde a este arcano, es un número de capital importancia en nuestra cultura y en gran parte del mundo, pues la mayoría de los calendarios tienen 12 meses. La astrología occidental considera 12 signos del zodiaco, y el simbolismo solar del número se refleja claramente en la tradición griálica de Arturo y sus 12 caballeros. El número 12 apunta a un ciclo completo, y, por ello, perfecto. En la tradición judeocristiana aparece multitud de veces: las 12 tribus de Israel, las 12 piedras del pectoral del Sumo Sacerdote, las 12 legiones de ángeles, los 12 apóstoles, las 12 estrellas que coronan a la Mujer en el Apocalipsis… Y la tradición grecolatina también considera al 12 como un número sagrado: los 12 trabajos de Hércules o los 12 dioses del panteón olímpico. En nuestra época es curioso que los teclados de las computadoras tengan precisamente 12 teclas de función, recordándonos el valor arquetípico de este número.
El Colgado representa una parada, voluntaria o no, en nuestra vida, necesaria para hacer balance. Puede ser un accidente, una enfermedad, una situación de paro laboral. No podemos movernos como lo hacíamos, pero esta quietud puede traducirse en un espacio que nos permite ver qué estamos haciendo con nuestra vida, si nos hemos desviado de nuestro camino, si lo que perseguimos es realmente lo que nosotros queremos. Se produce un sacrificio, el de la acción, para llegar al sacro oficio, que no es sino conectar con nuestra alma. Este es el fin de la meditación, que requiere una cesación de los movimientos, tanto físicos como mentales, para llegar al fondo del ser. La posición invertida subraya el carácter no convencional de la visión de El Colgado.
Yo dije: “Muéstrame la escalera para subir hasta el cielo”
El dijo: “Tu cabeza es la escalera, pon tu cabeza bajo tus pies”
Rumí
Un aspecto muy positivo de El Colgado es la aptitud para darle la vuelta a las cosas, lo que permite ver el otro lado, la otra cara de la moneda. Nos bloqueamos con frecuencia porque utilizamos una visión parcial de los hechos, juzgando como buena o mala una situación sin atender a su totalidad. La resiliencia, que es la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas, consiste esencialmente en aceptar la situación y buscar su lado positivo, que siempre existe, para convertir el proceso en un aprendizaje y no en una tragedia.

XIII EL ARCANO SIN NOMBRE (LA MUERTE)

El Arcano XIII, conocido como “La Muerte”, no tiene nombre como los demás. Este detalle es de suma importancia porque todo aquello que no tiene nombre no existe. La carencia de nombre apunta a que el actor de este juego no muere. Lo que muere es el personaje que interpreta en la función, que, una vez finalizada ésta, debe hacer mutis por el foro. Y ¿Quién es realmente este actor? Veremos lo que nos dice la carta: Un esqueleto, de color carne, siega un campo con una guadaña. Sobre la tierra negra se encuentran esparcidos miembros y cabezas, fruto al parecer de esa siega. Pero las cabezas están indudablemente vivas, y algunas manos parecen sobresalir del suelo de modo voluntario, no como restos inertes, sino como nuevos miembros. El suelo negro recuerda el nigredo de la alquimia o el cieno del que emerge el loto en la tradición budista. En Cábala es sin duda el color de la sefirá de Bináh, la matriz cósmica en la que se genera toda la manifestación. Esto nos sugiere que el sujeto termina con algunas cosas para dar lugar al nacimiento de otras nuevas, y aquí se encuentra la clave principal del arcano y de lo que representa verdaderamente eso que llamamos muerte: la necesidad de renovación, para la que es imprescindible terminar definitivamente con lo viejo, lo que ya no sirve. La naturaleza lo hace a la perfección, mientras que el deseo de continuidad del hombre lo obstaculiza constantemente.
"La muerte que destruye para que la creación pueda ser… La muerte era el medio para el nuevo estado, la nueva invención, un nuevo estilo de vida, un nuevo pensamiento. Era un cambio atemorizador, pero ese cambio traía una nueva esperanza.”
Krishnamurti
En un enfoque psicológico lo que el sujeto debe cortar son los lazos de dependencia que le atan. Las cabezas coronadas parecen simbolizar a los propios padres, subrayando la necesidad de cortar el cordón umbilical, pero sobre todo en lo relativo a contenidos mentales (cabezas). Creencias, prejuicios etc de nuestros ancestros son las cadenas más sutiles y las que más nos encierran. En muchas ocasiones este trabajo se vive con agresividad, con rabia incluso. La ira es una poderosa energía y puede surgir cuando lo que está en juego es nuestra libertad, cuando hacemos cambios radicales. Los enfrentamientos con nuestro entorno están asegurados.
En un sentido espiritual este arcano apunta sin duda a la muerte del ego. ¿Qué quiere decir esto? Que el sujeto debe desidentificarse de su personaje, debe descubrir que no es ese yo mental definido totalmente por lo que ya está muerto, lo que ya no existe, que es su pasado, al que da continuidad y con ella la ilusión de una entidad real independiente y separada de los demás. La siguiente etapa del viaje de El Loco, que en un paralelismo no casual es un naipe que no tiene número, es hacer la “gran transformación”.
La gran transformación a la que apunta este arcano no puede producirse sin hacer “borrón y cuenta nueva” en nuestra vida, y este proceso requiere el perdón incondicional, no a “nuestros deudores”, pues carecemos del poder de perdonar a alguien, sino a nosotros mismos.

XIIII LA TEMPLANZA

La carta que representa a este arcano nos muestra a un ángel que sujeta dos vasijas cuyo líquido trasvasa de una a otra. El ángel lleva una vestidura que alterna los colores rojo y azul. El acto nos sugiere el modo en que un líquido se templa, mezclando lo frío con lo caliente, es decir; el líquido, las emociones, deben templarse si se quiere aspirar a un plano superior, el plano mental, sugerido por las alas del ángel, que nos remiten al elemento aire. Las vasijas son de oro y plata, lo que representa la dualidad del sol y la luna, lo masculino y lo femenino. Los ojos del ángel también son dorados, lo que indica iluminación. Sin embargo sus piés están sobre la tierra, y bajo su túnica asoma el zapato de color violeta en que se apoya, el color de la realeza. Finalmente, la rosa roja de cinco pétalos que exhibe en su frente nos lleva al simbolismo del 5, con el que el arcano XIIII está emparentado (1+4=5). Visto como el quinto elemento o quintaesencia, también se representa en el pecho del ángel como un círculo al que le falta una pequeña porción triangular, cuyo tamaño se corresponde a la perfección con los 4 triángulos que hay sobre su escote, los cuales son a su vez los cuatro elementos del mundo material.
Todo el mundo conoce la asociación entre niño y Ángel de la Guarda, y estando la autenticidad del niño representada en el arcano V, El Papa, vemos la relación entre ambos: cuando dejamos el ego a un lado y nos ponemos en postura de niño ante una difícil situación es cuando puede aparecer el ángel en nuestra ayuda. Recordemos además que Papa-pontífice significa constructor de puentes. Y el puente a construir, el “puente sobre aguas turbulentas”, es este arcano XIIII, por cuanto cruza sobre un sendero de gran carga emocional, como es el arcano XVI, La Torre. La enseñanza es clara: se deben templar las emociones si queremos establecer una conexión entre la personalidad y la individualidad, entre el ego y el Yo Superior. El arcano XIIII se encuentra precisamente sobre dos Triadas: la Triada del Temple de Ánimo y la Triada del Despertar, y es evidente que se precisa de mucho temple para ir más allá de lo personal y conocido para adentrarse en el desconocido dominio de lo transpersonal.
La templanza representa el “Camino Medio” budista, que supone la huida de los extremos (el hedonismo y el ascetismo). En la tradición hermética está relacionado con la Ley de Polaridad, que afirma que las diferencias entre dos polos opuestos es únicamente de grado. La filosofía griega, de la que bebe toda la cultura occidental, tiene en la moderación uno de sus pilares fundamentales, tal y como Solón de Atenas afirmaba: “Nada con exceso, todo con medida”. Pues para llegar a la Tierra Prometida, País del Preste Juan, Sangri-La, Mundo de Briah, Reino de los Cielos etc hay que tener muchísima fe, muchísima energía y, además, ser templado como el acero.

XV EL DIABLO

Después del Angel del Arcano XIIII, nos encontramos con el Diablo en el XV. El 15, la “niña bonita”, no es tal, como tampoco es nefando el 13, ya que el arcano XIII representa realmente a Jesús, el Cristo, rodeado de sus 12 apóstoles. Esta es una numerología solar, basada en la astrología, en la que el sol recorre 12 casas zodiacales, y también puede verse en la leyenda de Arturo y sus 12 caballeros de la Mesa Redonda. Los arcanos XIII del Cristo y XV del Diablo ocupan posiciones opuestas en el Arbol de la Vida, pero ambos, representando la luz y la sombra, confluyen formando, junto con el arcano XVI, la tríada del despertar. Es necesario integrar nuestra luz y nuestra sombra si queremos trascender, pues si mantenemos un conflicto interno entre ambos no dispondremos de la suficiente energía para dar el siguiente paso.
El Arcano del Diablo nos muestra a una figura hermafrodita, con cuernos y alas de murciélago, encaramada a un pedestal al que se encadenan dos diablillos, que portan cuernos como él y que parecen ser de ambos sexos. En la mano izquierda porta una antorcha llameante, lo que nos remite a la figura de Lucifer, el “Portador de Luz”, indicándonos que habita en la oscuridad, en la noche del inconsciente profundo. Los tres personajes muestran una mezcla de rasgos humanos y animales en referencia al origen primitivo de nuestra especie, que sigue presente en la parte más recóndita de nuestro cerebro, en el llamado “cerebro de reptil”, el básico instinto de supervivencia que funciona en un nivel inconsciente y que nos avisa de si somos depredador o presa, a fin de atacar o huir. Está dotado de varios pares de ojos, para ver mejor sus miedos de frente, y nos saca doblemente la lengua, en el rostro y en el vientre, en una mueca burlona que nos sugiere la ignorante inocencia de un niño haciendo una travesura. El color azul de su cuerpo nos indica que, ante todo, es una entidad espiritual, y su carácter es pues sagrado. Pero sus brazos, su sexo y los dos diablillos son de color carne, están “encarnados” en un cuerpo material y sujetos a las pasiones y debilidades de éste, habiendo ya olvidado su verdadera naturaleza divina.
La prueba que nos presenta este arcano de El Diablo es la confrontación con la sombra, con nuestro lado oscuro, con nuestro inconsciente.
“El inconsciente personal está creado por nosotros con todas las cosas que no hemos aceptado vivir”.
Antonio Blay
La causa de esto es que nos identificamos con un personaje que no somos realmente, y todo aquello que va en contra, que no cuadra con él, lo rechazamos y lo encerramos en ese “cuarto oscuro” que es el inconsciente. Naturalmente, el mantener estos contenidos inhibidos no hace que desaparezcan, sino que, cuando la presión es excesiva, salen a la luz. Y pocas cosas son tan temibles como la irrupción del inconsciente: delirios mentales, somatizaciones en enfermedades graves, conductas violentas o autodestructivas etc. Y si no se llega a esta “bajada a los infiernos”, que puede ser una oportunidad para despertarnos, la inconsciencia nos hace vivir como sonámbulos, en una cómoda zona de seguridad que mantenga alejados nuestros miedos. Y todos los miedos se resumen en uno: el miedo a la muerte. Sabemos en el fondo que el personaje que creemos ser no sobrevivirá a ella, por mucho que nos digan. De ahí que la tradición afirma la necesidad de pasar por la “muerte iniciática” para desidentificarse del personaje. Y una oportuna “bajada a los infiernos” puede ser la que remueva los cimientos de la personalidad, como veremos en el Arcano de La Torre, para al fin comprender que no somos ese personaje que creíamos ser. Aquí cobra todo su sentido esa comparación entre ser religioso o ser espiritual: religioso es quien teme al infierno, espiritual es quien ha estado en él. Y ¿no bajó acaso Jesús a los infiernos?

*Fin primera parte del modulo III*
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